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Doce vidas.

Voy a partirme el pecho para escribir esto, así que si quieres, aprovecha y cuélate dentro. Qué fácil sería tenerte ahí toda una vida, quizás por eso te pido doce, y quizás por eso mismo debería pedirte unas cuantas más.

Yo por mi parte, sigo sin entender qué es lo que has visto en mí, pero sea lo que sea, no quiero que dejes de mirarme así.

Porque tiemblo, sé que eres tú porque tiemblo, porque ya me imaginé besándote seis veces antes de besarte, antes de siquiera conocerte. Porque no te puedes imaginar cuánto llegué a temer a tus labios.

Sé que eres tú porque existes, porque lates y me paras el corazón y lo manejas a tu antojo cuando duermes sobre mi pecho.

Sé que eres tú porque desde que llegaste, mi único miedo son tus miedos, y te juro que ahora envidio a la niña que temía al monstruo de debajo de mi cama.

Pensar en tus dudas me tambalea la vida, déjame sacarlas a bailar, que ya se que no tengo ritmo pero es que me encanta verte reir.

Porque yo hice esperar 45 minutos, pero tú me has tenido buscándote una vida entera y creo que lo justo sería comernos las ganas antes de que vuelva a salir el tren.
El tren... Qué ganas tengo de volver a cogerlo, de volver a tocarte, qué ganas de volver a dormir contigo y despertarme antes solo para ver la forma en la que duermes.

Esa imagen, tú soñando y yo mirándote se ha convertido en la página marcada de mi libro preferido, así que déjame leerte un rato. O dos, o tres, o... ¡Qué coño! Déjame leerte cada noche.

Y es que... ¿Qué es la vida sino perderla en tu espalda para luego girarse y volverla a encontrar?

Te aseguro que intenté no desear besarte, intenté no querer vivir en ese lunar que poco a poco se está convirtiendo en el centro de mi universo, pero el viento vino y lo sacó a volar, y yo no pude sino poner la canción más lenta para hacerte eso que algunos llaman... amor. Ven y dame la mano, que saltar a vacío es lenarme las ganas de tirarme contigo, y es que has venido sacudiendo mis mañanas llevándote por delante todo lo que miren tus ojos azules.

Qué envidia me dan las calles, qué rabia sus aceras y sus pasos de peatones; ya que me imagino al muñequito del semáforo en verde viéndote cruzar.

Unos pocos minutos.
Yo solo te pido dos, de momento... Y, doce vidas.

Cómo sentir que me sobran cinco sentidos para sentirte, que joder, aún no se ha inventado la manera de contemplarte así como tampoco existen palabras para describirte- Porque estoy escribiendo, mirando una fotografía tuya; Y aún así como hablar de tu cuello, de ese perfecto acantilado por el que saltar de la mano, cómo hablar del espacio que separa el lóbulo de tu oreja de tu clavícula y como explicar que dedicaría el resto de mi vida a besar ese abismo.

Cómo voy a explicar el color de tus ojos si hasta los mares lo utilizan para sentirte cerca, cómo voy a explicar el terciopelo de tu piel, la longitud de tus pestañas, la manera en la que apagaste el despertador o esa otra en que lo retrasaste.
Cinco minutos más, y me besaste. Y de repente fueron los cinco minutos más bonitos de toda la historia, al igual que mi lugar preferido donde quedarme a dormir.


Lidia Juan. @lid1997.

Comentarios

  1. Que bonito Alba, me ha sorprendido mucho tu mundo. No sabia que también estabas por aqui ��

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Mi mejor libro de autoayuda.

Que no, que no pienso arrepentirme de cuánto te he querido, que no pienso arrepentirme porque te quise lo más que pude, y como yo sé querer. Sí, soy humana y cometo errores, lo admito, y tú fuiste el error más bonito que yo quise cometer, aunque siempre te voy a considerar la opción más acertada que he escogido en toda mi vida. No pude dar más, ya que por mi parte lo di todo, aunque si que me hubiese gustado hacerlo mejor, y si no funcionó, quizá fue porque no tenía que funcionar, puede ser que sí pero que ese no era el momento, y que puede ser que en un futuro nos volvamos a encontrar, aunque más heridos, más mayores, y ya no es físicamente, con más hostias dadas, pero más sabios, con más ganas de comernos el mundo, y con ello, de nuevo a nosotros. Fuiste tú, quien me creaste las mejores heridas que he tenido, que me enseñaste a saber amar de verdad como nadie antes lo había hecho, que me subiste al cielo estando a escasos metros del suelo, entre sábanas, en tu cama, y sobre todo

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